ALCIRA
Alcira es una señora alta, morena, de voz aguda, corpulenta y con apenas 50 años. A ella le encanta tomar café con chontaduro en la merienda de la tarde antes de ir a la iglesia.
Cuando estaba joven vivía con sus padres, siempre se caracterizaba de las demás jovencitas por ser cariñosa y atenta en todos los oficios en la casa. El tiempo libre lo disfrutaba jugando con Ruca, su perrita que la acompaña a recoger los huevos, dar comida a los cerdos y llevar las ovejas al corral.
Siempre sabía que tenían que estar juntas para realizar ese trabajo.
Un día, mientras corrían por el campo tras las ovejas, una peligrosa serpiente mordió a Ruca y al instante la dejó con dificultad para respirar y ladrar. Como todo sucedió tan de repente, Alcira no se percató de tal suceso y continuó realizando su oficio mientras Ruca luchaba por su vida.
Alcira le dijo a Ruca:
Ummmm estás bromeando!
Ruca intenta hacer cualquier movimiento para llamar su atención.
- Bueno, sigue haciéndote la loca que un día de estos seré yo. Jejeje ríe mientras come una guayaba.
Los oficios en la casa continuaron como de costumbre hasta la tarde, justo un poco antes de ir a la iglesia presiente que algo anda mal y recuerda que Ruca le hizo ruidos extraños como si le quisiera decir algo, corre muy preocupada al lugar donde la observó por última vez. Justo allí la encuentra y alcanza ver su última pestañada entre ojos marchitos, como diciéndole adiós para siempre.
La tomó en sus brazos, lloró desmedidamente mientras recordaba las palabras de su abuela cuando decía: una planta o animal de la casa muere repentinamente es porque algo muy desafortunado estará por suceder en la familia.
Estas palabras seguían retumbando en su cabeza.
Llegó la hora de la misa y pese a su desconsuelo, oró con gran devoción pidiendo a Dios alejar de su casa lo que estuviera por suceder.
Ese día había quedado de encontrase con su amado a las 5:00 pm en la iglesia del pueblo, justo después de misa. La misa terminó, la gente salió y él no llegaba.
Ella esperaba impaciente, quería contarle la tristeza que la agobiaba por la pérdida de Ruca. Realmente tenía sentimientos encontrados, se sentía ansiosa porque le daría la mejor noticia a su amado. Pues Alcira estaba embarazada y ellos siempre habían esperado ese momento. Pasó la hora acordada y aquel joven no llegó.
Al otro día, corrió el rumor por el pueblo que un joven había desaparecido mientras se dirigía a su trabajo. Muchos cuentan que al lugar donde él se dirigía sucedían cosas extrañas y que varias personas han desaparecido sin dejar rastro. Y aunque todo el pueblo lo buscó, nadie supo dar razón.
Con este suceso Alcira ratificó las palabras de su abuela…
Ya han pasado 30 años y desde entonces Alcira todas las tardes después de tomar el café, va a la iglesia con la firme esperanza que su amado cumplirá su cita.
Por: Ermes Guarnizo Motta
Docente de Informática I.E Marco Fidel Suárez