Cuento
¿POR QUÉ ME SIENTO TAN MAL?
Un joven llamado Bryan estaba muy triste en su casa porque su padre lo había regañado fuertemente por haber llegado la noche anterior de una fiesta, borracho y sin avisarle a qué hora pensaba llegar.
Bryan salió de la casa en busca de respuesta a su malestar tanto fisiológico (guayabo) como sentimental, (tristeza). Al llegar al parque se encuentra con un hermoso estanque rebosante de agua, con tortugas nadando y peces ondeando sus aguas. Decide sentarse un rato en la silla que estaba contigua al estanque. En ésta, se encontraba otra persona de una edad mucho mayor a la de él. Con su cabellera despelucada, canosa y con olor a escamas de pescado. En ese instante, el señor, que tenía una bata con el nombre Darwin tejido en su pecho, comenta:
- - Los peces nadan de manera diferente a las tortugas porque sus aletas son distintas y porque en su cardumen les enseñan que deben andar juntos para poder sobrevivir.
Bryan, con su malestar producido por las varias copas de ron que aún vibraban en su cabeza, le contesta:
- - ¿Pero si las tortugas solo comen verduras por qué los peces temen algo en ese estanque?
Darwin lo mira con una gran sonrisa en el rostro y le responde con un tono muy alegre.
- - Porque su comportamiento está definido desde hace muchos años gracias a su manera de habitar el mundo. Y además porque eso les garantizará vivir por muchos más años estén donde estén. Si saben que en manada pueden vivir mejor, no están dispuestos a probar suerte con otras opciones. La naturaleza es sabia y sin embargo siempre estará dispuesta al cambio si existieren mejores opciones para la supervivencia.
Bryan, inquieto por la lucidez de aquel hombre algo desgarbado, medita sobre lo que acaba de escuchar y se pregunta en voz alta,
- - pero ¿por qué tenemos que siempre hacer lo que los demás nos dicen y si hacemos lo contrario la gente se molesta?
En ese preciso instante, un tipo de mucha estatura que se encontraba de pie contemplando la vida en aquel estanque e instante, alcanza a escuchar la pregunta de aquel chico molesto con la vida y decide interrumpir la conversación de ellos diciendo:
- - Tal vez lo que teme todo ser humano es ver enfurecido a otro, ya que eso puede ocasionar que el otro le genere algún daño o sencillamente le incomode por el resto de su vida su mal gesto. La mente humana tiene imágenes que le agradan y que le desagradan y estas a su vez le generan diversos tipos de sensaciones con similares efectos, esto resulta ser estructural en nuestra manera de comportarnos.
Bryan, muy extrañado con semejante respuesta decide preguntarle su nombre a aquel sujeto que bien podría tener la edad de su padre.
- - ¿Cómo te llamas?
Aquel hombre tan alto como un estante, dio varios pasos hacia aquel inquieto chico y le contestó:
- - Puedes llamarme Titchener, ese es mi apellido, porque es mejor que mi nombre pase desapercibido. Además de lo que se trata es de honrar a mi familia.
Con semejante respuesta, Bryan se fija que aquel hombre además de ser certero en sus afirmaciones y conclusiones le gusta mucho referirse a lo interno de cada ser humano. Por ello, decide preguntarle si su malestar físico producido por la ingesta de varias copas de ron la divertida noche anterior, puede ser la razón de su tristeza:
- - Si yo estuviese enfermo, ¿eso podría afectar mi estado de ánimo al punto de no querer honrar a mi familia?
Darwin sorprendido por aquella pregunta se agarra el rostro con sus manos y se queja. Titchener mira fijamente a los ojos a Bryan y le contesta:
- - Nada interno puede justificar lo externo. Por eso ¡déjate de bobadas chico y ve más bien a hacer tus tareas!
Bryan más molesto aún y ahora con sus ganas de vomitar a flor de piel decide dejar aquel apacible lugar y buscar otro en el cual pueda desahogar aquel malestar. Encuentra de camino una casa blanca con un bello árbol de Neem el cual es testigo la estrepitosa descarga de fluidos de Bryan sobre el suelo donde ha sido sembrado.
Sudando pero más aliviado, Bryan levanta la mirada y se topa con la ventana de aquella casa, llena de tubos de ensayo, ratones recorriendo laberintos y un hombre con una bata blanca que fuma un cigarrillo mientras recibe el viento desde aquella ventana. Aquel hombre lo mira sin incomodarse en lo más mínimo y le dice a Bryan:
- - ¡Hey chico!, sabias que ese árbol espanta las moscas y los zancudos de mi casa, pero ahora con tu vómito has puesto a prueba su capacidad de repeler tan molestos insectos.
Bryan, algo incómodo pero con una sensación de bienestar le sonríe apenado y agrega:
- - Señor en verdad discúlpeme pero no sabía que el ron pudiera generar eso en mí. Hoy he aprendido la lección y creo que jamás volveré a ingerir tanto alcohol. Enseguida echaré tierra encima de mis vómitos para no generarle más molestias.
El hombre, baja el cigarrillo de su boca y con una puntería certera lo arroja con sus dedos índice y pulgar directo al montón de desechos de Bryan y le dice:
- - Muy bien chico, puedes entrar por aquella puerta y buscar una pala para que puedas hacer eso. La pala está al fondo a mano izquierda, enseguida de la pipeta de gas. Ten cuidado con hacer mucho ruido o tropezarte con mi cristalería.
Bryan agradece el gesto de aquel sujeto e ingresa a aquella casa llena de sorpresas. En efecto dicha casa era el centro de experimentación con ratones que nunca en su vida había visto. Toma la pala, se dirige hacia el árbol y procede a extraer un poco de tierra de una de sus esquinas para echarla a sus viscosos líquidos con algo de la memoria de aquella noche. Regresa a la casa a dejar la pala en el lugar que la había tomado y decide cruzar algunas palabras con aquel extraño científico:
- - Señor muchas gracias y espero no volverlo a incomodar pero quisiera saber ¿qué hacen esos ratones ahí en esas jaulas y laberintos?
El hombre le responde:
- - Estoy analizando la capacidad de razonamiento de los ratones para resolver tales acertijos. Puedo analizar a la vez si tienen la suficiente memoria para poder encontrar la salida. Porque sospecho que son animales muy astutos. Además, ¿qué tanto nos separa nuestra mente de la de aquellos roedores?
El chico, sonríe y agrega:
- - Muy interesante pero yo creo que a su experimento le falta una motivación para los ratones. ¿Qué tal si prueba con el queso?
El hombre sorprendido con la sugerencia sale rápidamente en busca de un trozo de queso de su gran nevera, lo trae hacia el laboratorio y lo muestra a los ratones, deja que lo olfateen y posteriormente lo pone al final del laberinto. Enseguida los ratones excitados por aquel olor buscan desesperadamente salir del túnel, exploran rápidamente muchas rutas hasta que uno de ellos logran el suculento trozo saborear.
El hombre, emocionado con lo visto manifiesta:
- - Chico, por lo visto te gusta la ciencia. Mi nombre es Wilhm Wundt y busco explorar la conciencia en los seres humanos y tú has puesto un elemento que me permite concluir que el hambre de los ratones estimula su capacidad de análisis, memoria y sentidos a la hora de lograr su cometido. ¡Definitivamente lo interno está conectado profundamente con lo externo, tal vez sea este el espacio de la conciencia!
Bryan, muy contento, sin malestar alguno y con muchas ganas de seguir conversando con aquel científico le ofrece su amistad y le pide que le enseñe a ser más práctico a la hora de buscar respuestas en su vida. Desde ese preciso momento surge una amistad inseparable de un par de sujetos que siempre se preguntan el ¿por qué en el mundo pasa lo que pasa?
Por Jesús Anderson García Rivera
Docente